Metros por segundo by Stine Pilgaard

Metros por segundo by Stine Pilgaard

autor:Stine Pilgaard [Pilgaard, Stine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-01T00:00:00+00:00


Mi novio y yo casi tenemos alucinaciones debido a la falta de sueño. Cuando alguien nos pregunta qué tal estamos, se nos pone una mirada furiosa y reproducimos la noche con bastante precisión. Cada tema lo podemos llevar al sueño. Cada patrón de sueño es distinto, dice la asistente cuando la llamamos. He perdido la capacidad de deletrear, de pronto no recuerdo cómo son la mayoría de las palabras comunes. Cuando mi hijo por fin duerme, sueño que se despierta y voy hacia la cuna con el corazón a mil por hora. Doy vueltas como una sonámbula y me estremecen soniditos mientras temo que el mundo se vuelque sobre mí. Me dirijo a la directora, que tiene dos hijas adultas. Salimos por el puente rojo rodeado de campo y el viento nos enmaraña el pelo. Ella dice que en aquel entonces eran otros tiempos. Se fumaba mucho durante el embarazo, no había alarmas para bebés y los niños eran una parte natural de la vida. Por la noche juntaba dos sillas y las niñas se dormían en la sala de conferencias al son de la música y el baile. Eso fue hace treinta años, digo, habrá algún detalle que se te ha olvidado. La directora cree que no, siempre ha tenido una memoria excelente. Le pregunto si piensa que la educación libre ha creado a los padres neuróticos que ve hoy en día. Contesta que cada generación hace las cosas a su manera y que así ha de ser. Imagina que hubiéramos vivido en la Edad de Piedra, digo y hago bascular el carrito, intento llegar a la tierra irregular para que traquetee cuanto más, mejor. Mi hijo cierra los ojos brevemente, pero los abre al instante cuando dejo de mover el carrito. La directora dice que así a mi novio y a mí nos abandonaría nuestra estirpe y nos quedaríamos solos con un niño que grita y eso atraería a los animales salvajes. Hace algunas semanas, nos invitó a cenar porque habían ido de visita a la escuela unos artistas visuales de Islandia. Su marido preparó un menú de cinco platos y encendió unas velas. Yo intenté ponerme rímel y mi novio se dio una ducha. Nuestro hijo estaba sentado en mi brazo sonriendo, claramente fascinado con una colorida ensalada. Qué rico es, dijo un invitado. No, contestamos mi novio y yo a coro. La intención era que fuera de broma, pero creo que los dos nos sorprendimos por lo áspero que sonó. Aun así no pudimos parar. Bromeamos con darlo en adopción o con encontrar una cariñosa familia de acogida en Velling y soltamos risas estridentes que pude apreciar, pero no detener. Estuvimos toda la tarde desviando cualquier tema de conversación hacia el sueño e hicimos bien, ya que los invitados estaban muy interesados en todos los aspectos de la sociedad danesa. Tras una larga deliberación sobre si se debía a nuestros luminosos tipos de cortinas, a posibles problemas estomacales o a que llegase el ruido de la carretera, nos dimos cuenta de que todo estaba en silencio.



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